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En ocasiones deseamos tomar una determinada dirección, que nuestro
caballo rehuye por percibir un peligro. El animal se pone en alerta
y su instinto le dice que trate de huir. Podemos apreciarlo, fijándonos
en sus movimientos: en una situación así el caballo tenderá a
levantar la cabeza y el cuello, ya que con ello amplía su espacio
visual y descarga los anteriores para poder realizar un giro rápido.
Si apreciamos que esto ocurre, deberemos actuar de la siguiente
forma:
- Dejaremos que el caballo gire la cabeza y el cuello,
tratando de que entonces centre su atención en el domador.
- Le dejaremos siempre la posibilidad de elección y una salida
fácil: el caballo no puede verse "encerrado" ya
que su sensación de peligro puede aumentarse. Eso sí, trataremos
de que esa salida sea guiada.
- No aprisionar al caballo con nuestro propio cuerpo, ya
que puede entender que el lugar en el que nos encontramos es su
única vía de salida. La distancia más adecuada está en torno a
los dos metros, desde donde el caballo no se sentirá amenazado.
- Trataremos de que el animal se deje llevar por la confianza
que ha depositado en nosotros, para dejarse llevar por el
camino que le habíamos marcado (de ahí la importancia de que la
doma sea firme y no demasiado blanda, lo cual no implica de ninguna
manera que se utilice la fuerza contra el caballo).
Para evitar que nuestro caballo tenga constantemente esa sensación
de peligro, conviene acostumbrarlo a diferentes ruidos. Para
ello le aconsejamos que utilice un método clásico que consiste en
llenar una bolsa con diferentes elementos que hagan ruido, al moverla
cerca del caballo, notaremos como se pone nervioso y en alerta: deberemos
enseñarle la bolsa y poco a poco tratar de pocarle con ella; de esta
forma entenderá que no es peligrosa y se acostumbrará al ruido.
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